Sepan cada uno de ustedes,
cuando en su memoria se trasladan caminando con amigos,
de la casa a la escuela, del colegio a la casa,
Instituto Agrícola, Aquileo Vargas, El Salvador, Elacio Duarte,
cuando recuerdan haber comprado en la tienda el pan
porque fueron elegidos para el mandado,
yo también estoy ahí con ustedes,
puedo ver la calle extendiéndose como un río,
acercándome por una punta al Alto y por la otra al Bajo.
Igual que ustedes mi recuerdo no está hecho de las edificaciones,
aunque tenga en mi memoria sus colores,
este recuerdo está hecho de nombres,
de los amigos que habitaban cada casa,
de los apellidos dados por sus padres,
de los nombres con los cuales los llamaba
para salir a conversar mientras los pasos
podrían acercarnos hasta el Bajo o hasta el Alto,
mirar sin detenernos en los locales:
Don carrero, Custodio, Jaimito, Teresa, Doña Eva, José Ángel.
Ustedes como yo son descendientes de Jordán,
y cuando digo la palabra descendencia
están allí los nombres de sus padres y abuelos,
de sus hijos y hermanos.
Cuando digo Jordanense,
el gentilicio con el cual nos identificamos,
menciono a todos sus amigos,
los que aplaudieron ante un gol
o se pusieron de su lado al verlos fallar una carambola,
los que estuvieron en la misma clase de la escuela,
los que pusieron su nombre en los trabajos en grupo del colegio.
Estamos aquí
porque nuestros padres tuvieron un sueño,
estamos aquí
para dejar constancia de ese sueño,
ellos se despertaron cada día para dar uno y otro paso,
no solo tres o cuatro, para dar todos los necesarios
y permitirnos ahora decir con suficiencia
somos sus hijos,
como ellos somos de Jordán,
valientes y aguerridos como ellos.
Oscar Vargas Duarte
