La mano temblorosa, la conexión eléctrica en la yema de los dedos, la posibilidad de una ruta desde la mano hasta los pliegues de la piel entre los lugares secretos de su cuerpo. Tomarse, agarrarse de las manos, cruzar los dedos, encontrarse palma con palma, darse una mano, y otras formas de decirlo. Esa puerta entre abierta con un salvoconducto para la buena conducta, para conducir la caricia y pronunciar los nombres con otro acento, para dar a la mirada una longitud distinta entre apariciones de la pupila, las manos entrelazadas como una promesa de otras caricias.
