Una página en blanco es un instrumento de uso cotidiano para escribir aquello que hace falta en la alacena, y ese instrumento también permite registrar deseos de cosas inservibles que llenarán algún espacio vacío en la casa. Ha escrito varias, esta semana ha escrito varias listas para salir al mercado, en la primera puso, crema de leche, leche, café, pan, huevos. En la segunda tachó la leche y adicionó zanahorias, tostadas, chocolate, lechuga, tomates y flores. Luego adicionó y restó. Cuando pasó por cada uno de los estantes escogió solamente lo que había en la lista, lo puso en la canasta, sufrió el peso de las cosas acumuladas, y finalmente consiguió cada elemento de la lista excepto uno, había puesto en la lista del mercado, ‘besar a un desconocido’, ese renglón, aunque besó a alguien, se quedó sin registro de haberse logrado. Me besó a mí, había pedido que la acompañara al mercado, yo debía llegar al final de la compra, sin embargo, por hábitos adquiridos llego antes de la hora de la cita, entonces debió ella soportar mi cansancio al dar vueltas por los pasillos, y yo debí aguantar su lentidud para elegir entre marcas cosas que ya tenía marcadas en la lista.
Al llegar a su casa me dijo, gracias por la compañía, hoy solo puedes llegar hasta la puerta, debo completar mi lista del mercado y después de hacerlo no quiero interrupciones u ocuparme en explicaciones largas de cosas inentendibles aun para mí misma. Puse mis ojos en los suyos, mis manos en los bolsillo, mis emociones propiciaron un rostro de asombro, y cuando más lo esperaba, o cuando menos lo esperaba, ella se despidió de mí con un beso en la boca.
Mientras ponía los artículos en la nevera, cuando organizaba productos en la alacena, al llevar los útiles de aseo al baño, de hecho en cada momento desde que se despidió de mí en la puerta se insistió, «todavía es un desconocido, solo sé de él que podría meterse en mi cama cada día, de las otras cosas de su vida sé muy poco».