Dice el cuento menos divulgado de este escritor desconocido que la naturaleza, como está conectada con todo, dispondrá de un tiempo en casa para cada persona dentro del cual deberá encontrar aquello de lo cual debe sanarse. Así estará un tiempo en casa, como en rehabilitación, con la oportunidad de descubrirse. Los mayores críticos de este narrador, también desconocidos, por supuesto, sugieren una falta de obviedad, más que de rigurosidad, al observar que la vida de las personas se desarrolla afuera en su casi totalidad, ya que dentro de casa sólo suceden pequeñas cosas, muchas sin importancia, y lo vital está por fuera de esos límites. En la segunda edición de la antología inédita en donde aparece por primera vez el cuento hay un extenso ensayo del mismo autor invitando a seguir los pasos del personaje en la narración, que según están enumerados dice, primero acérquese a usted mismo a través del espejo, identifíquese aceptando que usted no se conoce, después entienda que ese ser debe ser transformado, comprenda que ha sido confinado porque está enfermo, lo que usted tiene es contagioso, no le permitirá salir hasta haberse sanado, y sobre todo, aunque usted no crea en alma o espíritu, son el alma y el espíritu los que de sanar. Es insistente con esto, hablo de lo escrito en el ensayo, sobre todo en la segunda parte, imagínese que nadie podrá salir a la calle hasta que usted se haya desprendido de aquello que le aqueja el alma, ocúpese en descubrirse, use esas horas sin la prisa de la calle para preguntarse, ¿si todos tuvieran estas flaquezas espirituales, sería, el de afuera, un mejor mundo? La respuesta es no, entonces, insiste el ensayista, estarás confinado hasta sanarte.
Hay una nota a pie de página sin referencia alguna en los párrafos del cuento, dice así, «Este es el último disparo de advertencia».
Osquitar que belleza . Total razón yo personalmente he estado enferma mil años. Espero mi confinamiento no sea eterno.