Para hablar de la soledad úsense unos dientes finos que permitan morder con facilidad la madera, entienda usted que me refiero a un serrucho de los usados por los carpinteros, quiébrela con brusquedad, sienta esa fatiga que produce saber que algo está roto y no podrá volver a ser lo que antes fuera, quizá diga usted, se pega con la misma sustancia utilizada para juntar las tablas de las sillas y las mesas, sin embargo, aunque pegue bien y quede firme seguirá usted sabiendo que allí hubo antes algo que estuvo cortado. Para hablar de la soledad, no sea usted desagradecido, use esas misma tablas que antes estuvieron rotas y ahora están unidas, diga con confianza que se pueden unir aquellas cosas que, aún rotas, nos reparan el alma.