Fragilidades acuáticas

«Pertenezco a la generación de las fragilidades acuáticas, no puedo retener los secretos cuando la lluvia me ofrece su música», esas fueron sus primeras palabras mientras afuera llovía y adentro el aire acondicionado impedía que el frío se volcara entero sobre las mesas. Orquestó con sus manos un nuevo orden a los objetos en la mesa, extendió la servilleta, cambio de sur y de norte la posición de su copa y de la mía, se quitó los anillos de los dedos, jugó con ellos golpeando la madera, volvió a ponerlos en la mano opuesta, siguió nerviosa, remedió su nerviosismo con un trago largo del vino en su boca. «Me gustas, reconozco aromas incompletos en tu cuerpo que encontrarían su perfección en mis aromas, surgen en mis labios temblores de arena cuando pareces levantarte como olas, abro para ti las páginas sexuales de mi noche y pongo puntos para juntarlos y encontrarte hecho mapa». Dijo, salud, y supo golpear una copa con la otra sin que el sonido remitiera en modo alguno a su temblor.

Imagen de Pexels en Pixabay

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