La tristeza es una registradora que cobra los instantes en que los ojos atraviesan frágiles las pequeñas distancias, las que están negadas, las que le robaron asombro, las que sucedieron sin incluir nuestro nombre.
La tristeza suma, acumula, cubre el fondo y supera el borde de la bolsa, se riega extensa en las manos, y nutren la piel con un frío de lámparas aguadas en la madrugada sin sombras.
