He entrenado pronunciar tu nombre con el menor tono posible, me acerco a la planicie líquida en el lago y lo digo sin que el agua adquiera movimiento, aun así, los peces lo escuchan, lo aprenden y con la corriente va tu nombre mientras yo me entreno para repetirlo en tu oído sin rozarte.
Imagen de Alejandro Tuzzi en Pixabay