Ella toma el horizonte, le da tres vueltas de madeja en sus ojos de lino transparente, toma el blanco de la luna y da color a sus uñas. Nota una grieta en mi pupila, se distrae viéndola, reconoce la avería en mi mirada, suelta la madeja, la eleva y vuelve el horizonte permeado por gotas titilantes y sombras de luna.
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