«Al despertarme una mañana, tras un sueño intranquilo, lo encontré en la cama convertido en un monstruoso insecto, entonces yo, como Remedios, la bella, le dije adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subieron conmigo, abandoné el aire de los escarabajos y las dalias, y nunca más pasaré con él el aire donde terminan las cuatro de la tarde, y me perdí para siempre en los altos aires donde no podrá alcanzarme él ni los más altos pájaros de su memoria.»
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