El nivel de ruido de los autos en la calle empezó a molestarme, al tiempo que el ruido subía, yo me hacía más sensible y empezaba a taparme los oídos, no era suficiente, sin que pudiera evitarlo empecé a romper con las uñas la piel en las orejas, luego los dedos entraron y surcaron el oído interior como si fuese dulce, luego, poco a poco, seguí arañando la cabeza, hasta que de mí, de dentro de mí empecé a sentir que un río me surcaba y se expandía por mis pies hasta la punta de tus dedos, es por eso que ahora me presientes.
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