Es temprana tu voz en mi oído. Llueven tus vocales en mí, se siembran, y alcoholizan de tal modo mis palabras que antes de que pueda notarlo hablo como tú. Me llegan tus besos; prisionera mi lengua en tu boca protesta por la insistencia de los labios que también quieren estar ahí. Mis manos aprenden de tus diarios ingresos a la ducha, de ese subir y bajar por tus brazos, de doblegar el cabello en la espuma.
Es temprana tu voz en mi oído. Llueven tus vocales en mí, se siembran, y alcoholizan de tal modo mis palabras que antes de que pueda notarlo hablo como tú. Me llegan tus besos; prisionera mi lengua en tu boca protesta por la insistencia de los labios que también quieren estar ahí. Mis manos aprenden de tus diarios ingresos a la ducha, de ese subir y bajar por tus brazos, de doblegar el cabello en la espuma. Muerdes mi cuello y recibes un eco en tus hombros, primero la derecha y después la izquierda. Tu boca redime el silencio y nuevamente tu voz cuelga bosques en mi sentido auditivo. Dicha es escucharte y más repetir tus palabras para aspirar luego cada verbo en tu piel. No sé de vegetales audaces, ni de centenarios musgos o de cabalgatas infinitas de caballos por la llanura, solo son mis manos abrigando el espacio que va de tus pies a tu boca, de tus brazos a tu cintura.
Muy bueno