La cicatriz heredada de un raspón en la pierna, la mancha indeleble prendida en la piel desde la infancia, lunares del sol y del ADN, retazos y costuras para reparar averías del cuerpo, el cabello despeinado en forma de recién me levanto, la prisa de la grasa por acumularse y ocupar más espacio.
El dolor para el cual hay una medicina secreta, las respuestas mal habidas ofrecidas con enojo, el encuentro incómodo al mirarse y recordar un secreto, los vacíos negados contemplados en el silencio de la noche. El baño y sus pequeños universos, de un objeto caído, de otro mal puesto, de haber permitido a la prisa no hacer todo completo, la cocina y los malos hábitos, el lugar de la mesa descompuesto, un grito destinado a formar una herida de muerte, el beso escogido por la costumbre sin tallarse en alguna ternura.
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