En este burdel al que asistimos los campesinos en nuestro día de descanso dice la mayor de las prostitutas que ella nunca ha visto a los clientes llorar ante la tumba de las prostitutas, así como no verán los empleados a los dueños del capital que ellos producen lamentarse por la desaparición de sus obreros. Cada uno anda por ahí con su aguijón chupando la sangre de los otros sin lamentaciones o prudencias.
