Algunas noches, ella pone mi mano entre sus piernas, me dice, hace frío, el calor se sale por cualquier parte, tú atrápalo. Yo dejo la mano ahí sin presión o movimiento, como una puerta que vigila, como una ventana que observa, como una manta que acoge. En la mañana, ella mira mi mano, examina las líneas, suele decir, así, aunque no recuerdo los sueños, los leo en tu mano, en ella quedan grabados para que yo los vea.
