Hay amores que entran por el tejado sin ser notados, sin ser vistos, se clavan entre la música, se disfrazan con el viento. Esos amores ahí, donde no pueden verse, se presienten, no se les puede ahuyentar, todo lo han permeado y no pueden ser tomados porque han superado la materia.
Esos amores transforman los espacios en melancolías, los lugares ocultos en incomprensión del mundo. Viven, no como fantasmas, son más como objetos perdidos y olvidados, sabemos que no están y los extrañamos, pero no sabemos con ciencia exacta quién es, dónde o cómo lo conocimos.
