Hay lugares a los que asisto y el miedo se traga sin asomo de prisa la savia que gira tranquila en mi cuerpo. El miedo recorre la sombra y sobrepasa mis dedos, tiemblo, nadie lo nota, me acongojo en lo oculto, dentro de mí una ruina cierra con líneas eléctricas mi boca de voces. Otra vez camino obligado, el movimiento es exigido igual que la gravedad por la tierra.
