Soy vecino de la Vía Láctea

Soy vecino de la Vía Láctea, mis mejores amigos ostentan un hipódromo mecánico en Marte, esta madrugada estábamos en la Luna jugando con un cañón de electrones a dispararle a los seres invisibles que copan el espacio vacío entre planetas, ellos dormían y no podían percatarse de que por instantes eran visibles para nosotros. Con uno de los telescopios lunares, después de pagar ocho Uranios por turno, desde la Luna puede verse hacia la tierra, a veces coincide y puede verse a alguien conocido que está despierto y caminando en la calle o desatándose los párpados en la ventana de su casa o sentado en la rutina de un patio abierto a donde va para reconocerse en su silencio.
Pagamos tres turnos, nos dieron uno gratis, ese lo usé yo, para ver hacia la zona marítima en donde amarran los autos espaciales de los viajeros nocturnos. En la tarde me habían llamado del Banco para ofrecerme un crédito en Venus para poseer por cuatro instantes en el mismo vacío una montaña vacacional incluyendo el uso de sus túneles marítimos. Los viajeros trayeron ese recuerdo, pensé en María y sus ansias de viaje, de cruceros y globos aerostáticos yendo de un lugar a otro.
Soy vecino de la Vía Láctea, esta madrugada todo parece tener fecha de expiración, una línea para saber que el vencimiento ha sido alcanzado, por ejemplo, las mañanas en el Este de los Montes Urales dejaron de ser un lugar desde donde pudiera verse la luz de la mañana, una oscuridad lo cubrió todo cuando la luz se dio por vencida.

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