Escucho la conversación de la pareja al lado, lo que el hombre del teléfono dice por al micrófono, el sonido de un avión dándose paso en el aire, el golpe de una pelota de ping pong sobre la tabla de las raquetas, el tembloroso crujido de la bolsa plástica que pone el hombre del aseo en la cesta de la basura. Escucho la tos de la muchacha de blusa azul oscura, el rozar de un morral sobre la mesa, el pasar a la siguiente página de la hoja que ha sido leída por el joven cerca de la puerta. Son olas desde cualquier parte recibidas por el oído y lanzadas al cerebro para ser enumeradas y etiquetadas. Una voz, la de la muchacha que lee un poema, me sé ese poema de Borges, aunque lo hace en voz baja lo escucho, me recorre y aleja de la cafetería de la universidad para plantearme junto al árbol de naranjas al que me subía para ver a la vecina, una mujer de treinta años que se desnuda a a tomar el sol los sábados y domingos en la tarde.
Un patio
Con la tarde
se cansaron los dos o tres colores del patio.
Esta noche, la luna, el claro círculo,
no domina su espacio.
Patio, cielo encauzado.
El patio es el declive
por el cual se derrama el cielo en la casa.
Serena,
la eternidad espera en la encrucijada de estrellas.
Grato es vivir en la amistad oscura
de un zaguán, de una parra y de un aljibe.
👏👏👏