La mujer que me gusta se despierta con el sonido de la alarma con la cual marca el límite de su descanso nocturno, adelanta su brazo y mira el reloj para confirmar la hora que ya conoce. Esta mañana ha sucedido como tantas veces, tras ver la hora, acude a un intersticio por el cual asomarse a su memoria y recuerda el último beso que nos dimos, pone así de manera indiscreta una luz para alumbrar el deseo con el cual ella mide los momentos que pasa conmigo.
