La mujer que me gusta sonríe con la sabiduría de los relojes antiguos, sabe que tras ese gesto de alegría el tiempo se detiene y todo vuelve a comenzarse con más entusiasmo. Ella acompaña ese gesto amable con la mirada abierta extendida desde el color oscuro de sus ojos y hace una reverencia cerrando los párpados cuando traza una línea entre sus labios para dar por cerrada la eucaristía en su sonrisa.
