Dice una de mis amigas, los sueños se vuelven realidad, así que cuida lo que sueñas. No lo ha dicho en esta conversación, quizá en otra sí, también a veces los sueños no se cumplen y visto en la distancia uno agradece no se haya cumplido. Verbigracia de mí mismo, más que mis sueños cumplidos puede que sea los que no, aquellos que las circunstancias no permitieron realizarse, y podría traer de la memoria varios, quería ser físico, me gusta el estado natural de estos profesionales tan dentro de lo abstracto como de la realidad que los circunda, pero no habría tenido esta conversación tan temprano con alguien que se levanta tarde, pero que me ha concedido este momento para surtir una charla de la que nos quedó a los dos ese gusto de siempre por saber del otro.
La señora que me apoya con el orden en el apartamento deja todo en los cajones, y la verdad es que para eso están, pero como yo no suelo estar a diario en la cocina, pues no encuentro dentro de su ordenamiento fácilmente las cosas. Estaba buscando el café, no del que viene en grano ya tostado, el instantáneo, tardé en hayarlo detrás de una caja con bolsas de té que no recordaba haber comprado. A propósito del tostado, la máquina que tenía para preparar ese café no he vuelto a usarla porque está dañada. Terminé de preparar el café, fácil, solo la taza, los granos, la aguadepanela caliente, una cuchara para revolver y, ya, listo mi café para llevar a la cama.
Además de ser físico había soñado con ser un gran cocinero, no como profesión, simplemente para preparar buena comida. Voy a repetir algo que también digo cuando he bebido mucho, la mayor de las artes se desarrolla en la cocina. No me va bien con el uso de ingredientes, la medida precisa, el tiempo de cocción, los colores y las formas de los alimentos. A veces me piden llevar vegetales, eso cuando el almuerzo es donde una amiga y yo hago los mandados, el que no sirve en la cocina va a la tienda por las cosas que faltan, eso dicen por ahí, y yo hago caso a ese dicho. Cuando estoy escogiendo los vegetales, que frescos, que de buen color, que consistentes, que no estén magullados, y yo apenas diferencio unos de otros por los colores. La verdad es que cierro los ojos y escojo al azar, o cuando tengo más fortuna y una mujer de quien sienta el espíritu materno está cerca le pido ayuda para elegir según las reglas de la cocina.
Cuando yo estaba pequeño me gustaba una compañerita de clase, a mis diez y once años me parecía la más fabulosa y atractiva de todas las mujeres habidas y por haber en la historia del universo. Mis padres tuvieron como negocio una tienda de víveres desde que yo cumplí cuatro años, ella iba a comprar lo que le pedían en su casa, y cuando estaba a punto de irse, recuerdo que le daba una chocolatina. Era tímido, más que ahora, y su sonrisa era una recompensa que todavía hoy me satisface. Supongo que soñé con estar para toda la vida con ella, digo ahora, siendo un físico importante, sabiendo cocinar muy bien, y, viviendo a su lado, pero no. La vi hace unos años, está casada con un militar, no me pareció tan atractiva, llevaba a sus dos hijas de la mano, y sonrió al verme sin que hubiese tenido que ofrecerle chocolate o dulce alguno.
