Bogotá, 12 de septiembre de 2021
A quien da forma de futuro a mi memora,
Estuve sentado durante una hora en una de las sillas de la cafetería mientras tres tazas acompañaron con su aroma el momento en que pensaba en ti y ponía líneas a esos pensamientos. Recordé tu voz de canto y tus brazos de danza, el camino desde la música en mis oídos hasta tu presencia en mis palabras. Claro, dije tu nombre, quizá lo pronuncié en voz baja cuando escribía, descubrimiento, esa conjunción de letras con las que te nombro cuando las inquietudes acerca de ti me piden buscarte en mis anhelos.
Acepté una risa alegre que venía de algún lugar cercano, la escuché y esa alegría abrió momentos de mi memoria en donde tú ríes con la fuerza de la ternura desde donde nace sana la alegría. Puse entre mis párpados un espacio abierto para que mi memoria extrajera de sus imágenes el movimiento de tus manos hacia tu rostro para acariciar una mejilla un labio, recorrer con uno de tus dedos la forma debajo de tus cejas.
Los calcetines rodeando tus pies, ellos moviéndose tras los pasos invisibles de la música, así, en el tono que permiten ciertas partes del cuerpo hacer que todo sea fugaz, inasible, etéreo, de ese modo se perdían y llegaban a mí esos instantes. Igual tu boca extendiendo la forma de un beso, y los labios con el color acostumbrado dejando cruzar hacia el aire tus palabras cuando ponías el acento en el diminutivo de mi nombre.
Tus dedos y las líneas de tu mano, lugar en el que dije encontrar tus historias, sentí el roce transparente de los montes con nombre de planeta en el nacimiento de los dedos, la yema de mis dedos surcando sin velas por el río abierto de tu línea del destino. Eso, más que recuerdos, sentía que se desprendía en imágenes desde mis ojos. El café con su aroma, el lugar con el ruido propio de sus circunstancias, los vecinos de mesa y sus conversaciones interrumpían por espacios cortos este viaje hacia ti.
Tu voz buscándome, y mis ojos intentando encontrar los hilos que la mueven para encontrarte, el acento exacto con el que mueves las tildes sobre las vocales o usas la diéresis en esas palabras de frecuencia inusual al escucharte. Esa manera de poner la lengua bajo el labio al terminar algunas frases, o de sonreír para ponerle un punto seguido a la idea que no termina en esa oración que ya pronunciaste, y luego de la sonrisa sigues extendiendo tu pensamiento en palabras acuñadas por tu experiencia.
Un tanto, quizá más de lo que acepto, estas memorias son mi manera de aceptar que extraño no poder compartir contigo mis lugares, por ejemplo, que no hayas estado aquí en este momento cuando escucho a unos niños jugar por entre las mesas y a dos mujeres conversar sobre sus colores preferidos. Sí, más de lo que suelo aceptar, aquí te extraño sin poder ofrecerte una de mis galletas o recibir una porción de algo que tú comes.
Este es el momento impar, el minuto primo en el que dejo el lápiz sobre el papel y callo mi tiempo sin que el reloj haga lo mismo.
Un abrazo Bonita,
Oscar Vargas Duarte
Imagen de S. Hermann & F. Richter en Pixabay