He ampliado mi rutina, ahora estoy dos minutos más frente a la ventana que desde la cocina retrata el interior del conjunto residencial en donde vivo.
He visto a unos gatos tragarse con los ojos el vidrio, apuestan conmigo a quien ocupará más tiempo en ver la sombra marcando la distancia entre un minuto y otro. Al medio día repetí la actividad más emocionante para mi olfato, respiré el aire impregnado del pescado que prepararon en el apartamento dos pisos abajo del mío, le cobré al aire un impuesto innecesario para percibir el aroma de la carne friéndose en la cacerola hirviente de una cocina de la cual no sé el piso en donde existe.
Esta mañana aposté conmigo mismo, para ganar y perder al mismo tiempo, que la señora del mismo piso en la torre de enfrente saldría vestida con el vestido de corte arriba de la rodilla para dejarme con las ganas de ser el aire para elevar la tela, de ser el sol para broncearle las piernas.
He estado mirando mis manos, particularmente las líneas en la palma abierta, estoy seguro de que han cambiado, aunque no sé cómo o de qué manera, pero las miro como quien ha estado resolviendo una fórmula matemática usando las variables incorrectas.
Imagen de ParallelVision en Pixabay