Son las tres de la mañana y estoy sentado en una de las sillas terapéuticas recomendadas por los especialistas en biotecnología pediátrica para que el padre o la madre puedan sentarse y acompañar el crecimiento de los fetos en el útero. Están las ocho bolsas conectadas por ondas inalámbricas a la inteligencia artificial que controla por medio de una serie de instrumentos puestos en medio de la habitación. Las observo sin tener una certeza de lo que hay dentro de ellas, intuyo por lo que sé de las conversaciones con quienes ya han tenido hijos por este medio que ahí está el feto formándose.
Durante los últimos tres meses, ellos nacerán en 17 semanas, me he despertado muchas veces cada noche para acercarme a la habitación, observar y sentirme tranquilo de que el fruto de mi semen, al contacto con los óvulos de mi pareja están siendo cuidados y no corren peligro alguno. Ella dijo desde el comienzo, quiero tener hijos, sin embargo, soy dueña de mi cuerpo y no quiero tener dentro de él a ningún ser vivo que esté consumiendo mi energía, no me apetece perder la línea de mi vientre o sentir mi sexo herido por algo que sale en vez de algo que entra.
Ahí están los seis úteros artificiales dándoles vida a quienes serán mis hijos. Eso lo creo ahora después de que han pasado la línea de maduración. Los especialistas nos pidieron cultivar seis muestras distintas, y siendo esta una técnica con un nivel de efectividad del 30% tendríamos dos hijos como máximo. A veces quiero los seis, a veces quiero solo los dos, a veces ninguno. Quizá no quería tener hijos nacidos del mismo modo en que pueden obtenerse los animales domésticos, aunque no lo digo en público, yo quiero un hijo que nazca de las entrañas de su madre, y que sea monitoreado por el corazón de su madre cada instante.
Ahora son seis seres con vida surgida de las ecuaciones genéticas y de la capacidad de la medicina para influenciar en la biología del cuerpo hasta lograr un ser vivo con las mismas características y capacidades de un ser humano nacido en el útero de la madre. Su madre duerme en una habitación a varios metros de esta, no está interesada en otra cosa más que ser ella misma, sus preocupaciones están centradas en alcanzar, mantener y ostentar el éxito. Quizá yo también, pero después de que he sabido de que estas criaturas cultivadas en líquidos químicos, sostenidas por impulsos eléctricos, animadas por una información genética que le transmiten ondas magnéticas, me siento más responsable de sus vidas que de la mía.
Podemos ceder algunos de los niños que nacerán en estas bolsas biotecnológicas, algún amigo querrá tener uno sin haber invertido o pagado. He sabido que algunas personas que logran llegar al parto artificial con más hijos de los que esperaban, los ofrecen a otras personas que no pueden pagar la tecnología y cobran una suma importante por ello.
No tengo interés en desprenderme de ninguno, quiero hacer parte de su vida. Pienso si eso mismo pensará su madre, no lo creo, cuando se detiene a verlos solos se ocupa de los dos que tengan mejores condiciones genéticas, a los demás los ignora por culpa de las cifras.