Vi la película «Al final de los sentidos» (Perfect sense), un desafío a lo que damos por sentado. Cada uno de nosotros da por sentado lo que tenemos, en especial los sentidos, la familia, el amor y los amigos. Una nueva realidad cae sobre los habitantes de la tierra, así como la que estamos viviendo este 2020.Una pareja se descubre, y el descubrimiento suele ser el amor, el amor es siempre el mayor descubrimiento, y a este llega la pareja protagonista de la película. El primero de los incidentes que rompe la naturalidad de los seres humanos empieza con un instante de tristeza, luego se pierde el primero de los sentidos, la capacidad de reconocer los olores. No hay héroes, solo seres humanos enfrentando una nueva experiencia, personas desatando otras maneras de ser ante la desaparición de algo que les ha pertenecido siempre. La narración de la distopía va lenta por entre los momentos en que la pareja recoge del otro las partes que lo forman para apropiarse de ellas. Los sentidos, sean los cinco que más reconocemos u otros, son parte de lo que nos forma, eso empieza a ser cierto cuando los perdemos. Creemos que es nuestra inteligencia la que nos define, que lo que está en ella es nuestra personalidad, sin embargo sin los sentidos no tendríamos las sensaciones con las cuales construimos nuestra personalidad. No podemos ser grandes cocineros sin el olfato o el sentido del gusto, serían unos disfuncionales quienes hagan música, sin el oído, si es que pudieran. Ahora, lo que me ha puesto a pensar esta película es, si acaso, antes en una de las tantas épocas de hielo, teníamos otros sentidos, unos que no recordamos ahora. En el cuento, «El país de los ciegos», de Herbert George Wells, en una comunidad indígena todos son ciegos, y llega alguien de fuera diciendo que puede ver. Lo tratan como desquiciado. ¿Cuántos sentidos hemos perdido en la historia humana? Como no los hemos sentido estamos condenados como estos indígenas a negarlos, ni siquiera podemos imaginarlos. Es una historia interesante, desarrollada con fuerza y sin velocidad. Recomendada para recordar que somos, en mucho, lo que los sentidos nos ofrecen.
