Gritos

Despertó a las cinco de la mañana, no fue el ruido estrepitoso de alarma la que se oyó, un grito desde la calle había alcanzado a subir hasta el tercer piso en donde estaba su habitación. El grito se repitió y ella sintió que era su voz elevándose desde el asfalto para pedirle ayuda a su cuerpo, una especie de auto auxilio. Dio una vuelta rápida por el lado derecho de la cama, se paró directamente en las sandalias de casa y caminó hasta la ventana, abrió un poco la cortina y vio a una mujer empujando un carrito de supermercado lleno de cartones y latas. La mujer volvió a gritar y ella nuevamente sintió que esa eran su voz y su grito de auxilio. Parecía que la mujer no se movería nunca de allí, aun estando en la mitad de la calle. Ella fue por su celular, activó la cámara, hizo unas fotos a través de la ventana, luego la puso en modo video y esperó unos tres minutos llenos de miles de segundos con la intención de dejar grabada a la mujer y su grito. No se repitió, no levantó la cara, solo se movió cuando un motociclista le dio un golpe en la cabeza mientras pasaba veloz a su lado. Quiso bajar corriendo hasta el primer piso, salir por la recepción y alcanzarla, pero su espíritu de descubrimiento tenía un límite, su pudor. Sonrió al pensar que de ser vista con esa pijama por un desconocido gritaría como la señora de la calle. Miró las fotografías y el video, no encontró nada, y no quiso ampliar las imágenes para identificar algo en los cartones o latas que ocupaban el carrito. Si lo hubiera hecho, sabría que con ellos iba la caja de regalo en la que venía empacada la pijama que tenía puesta, y que un par de días atrás había tirado a la basura. Esta vez, a la hora exacta, la alarma del reloj ocupaba todo el altavoz dle teléfono.

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