No sabíamos que el sexo, ese lugar al cual caímos con frecuencia no sumaría a nuestra historia, a la historia personal o en conjunto porque cada uno solo estaba apegado al cuerpo sin otra sensación posible que la del orgasmo físico. Disfrutarlo, sí, y mucho. Solo que ahora cuando insiste el espejo en acariciar mi boca con su silencio de eco recuerdo que sus besos se sostenían muy poco en boca, sus caricias eran de la fugacidad que trae una ebriedad cuando uno se queda dormido en la silla. Ahora sabemos un poco de otras cosas, por ejemplo, la ciudad nos repite en cada esquina sin que exista posibilidad alguna de ser también ese silencio que se vende por kilos en las esquinas después de la lluvia.