Oler sin aroma

Lo besaste, y su beso traía toda la vejez acumulada en su soledad diurna.
Abriste tus brazos para cubrirlo y sentiste la madera astillada de sus árboles rodando por ríos de fango.
La tuya mano y la suya se juntaron,
y un hielo metálico se apoderó del frío,
te helabas entre sus dedos.
Sus ojos delataron búsquedas en tu ropa,
te percibiste desnuda ante sus ojos,
demasiado atento a tus formas,
demasiado volcánico entre sus párpados.
Horas sin aroma perforaron tus pulmones,
respirar por hacerlo,
oler sin aroma.
Te asombraste ante la costumbre y seguiste por entre los espejos donde solo tu sombra se refleja.

Imagen de William Sinclair en Pixabay

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