Ahora cuando pasamos tranquilos observando a estos hombres y mujeres que en la calle se dedican a dibujar el rostro de los transeúntes que tienen tiempo para ver luego trazados su rostro y manos en un papel, ya no en blanco, gracias al poder del carboncillo y el lápiz. Ahora quisiera sentarme frente a uno de ellos y decirle que quiero, quizá pueda, en su conocimiento encontrar la manera de sacar de mí este recuerdo tuyo al que le hablo, y ponerlo en papel para que también a diario pueda, en vez de verte dentro, verte afuera para capturarte nuevamente.
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