Uno ama el espectáculo, comprende y se apropia de la escena, hace lo que le corresponde para que todo sea erigido por la excelencia; uno descubre a veces que el espectáculo es un circo del que no es el dueño, el público, el presentador o el maestro, uno es apenas el animal amaestrado que considera libertad lo que sabe hacer por adiestramiento. Uno está acostumbrado y teme de sí mismo y de los otros cualquier intromisión a sus rutinas que vaya en contra de la domesticación a la cual ha cedido hace tiempo.
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