Mi nombre es María, con M mayúscula y tilde en la i. Así se presentó, y tras decir eso siguió, me gusta el pan con mucho aroma, tomo café después de cada comida, al empezar la mañana, entre las diez y las once, también en la tarde y si hay oportunidad al final de la noche. Le dije, mi nombre es Oscar, sin tilde, aunque es una palabra grave, la mayúscula en la O puedes usarla al escribirlo, para pronunciarlo no creo haga falta. El amigo que nos estaba presentando sonrió al oírnos, María al notarlo emprendió una oración nueva, es serio lo que nos decimos, y volvió a mirarme, entonces dijo, la primera A en mi nombre es la de Atleta porque tengo claro que la vida es un entrenamiento continuo para estar en una prueba, se gane o se pierda, hay que volver al entrenamiento. La segunda A es la de Aprendizaje, me gustaría que fuese la A del amor, pero no eso no ha sido posible, y la R con su sonoridad me gustaría fuese mi nombre, sí, ya que a nuestro amigo le ha dado por presentarnos, dizque según él nos parecemos, puedo en confianza pedirte que me llames ere (R). Al tiempo en que la sonrisa iba explotando en mi rostro le dije, llámame Oscar, ya tendrás oportunidad de encontrar otra manera de nombrarme, te diré como lo pides, ere. Eran las cuatro de la tarde, hacía dos horas habíamos iniciado con la primera taza de café, estábamos en una tercera, nuestro amigo abandonó la mesa para ir a distraerse viendo objetos en un local de antigüedades, nosotros seguimos en el café del centro comercial, la idea del encuentro en ese lugar fue de él, si nos animaba ir a cine podríamos hacerlo, si nos aburríamos mucho, cada uno podría aprovechar para hacer compras o dar una vuelta de entretenimiento consumista.
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