El aroma en la cocina recuerda la infancia, es sabiduría popular, mientras los huevos dan un pequeño grito de guerra antes de caer vencidos en la cacerola, el olor del tomillo y el laurel se perseguían uno a otro, la nevera abierta se permitía un extravío y con él salía un aire lleno de frutas. Desde una esquina se disputan los trazos en el aire, el chocolate y el pan, desde un cajón hacen lo mismo el brócoli y la coliflor. El aroma trae una llave para la memoria, con ella llegan unos recuerdos antiguos, la mano elevándose para alcanzar el vestido de la madre, los brazos de alguien alzando el cuerpo para luego ofrecerle un bocado de pan humedecido en la taza del café que está tomando.
