Volver al protozoo primogénito

Ante la insistencia por las preguntas sobre los frascos llenos de arena que adornaban cada uno de los estantes, así como algunos otros lugares de la casa, ella accedió a contestar.  Su matrimonio fue con un hombre que vivió con los pies en la tierra, y dicho además de metafórico por aquello de que era alguien centrado en ideas cuyo propósito y manera de realizarse eran sensatas, así también era alguien a quien al agua solo la visitaba en la ducha.  No le parecía necesario ir al mar, al río, a lagos, piscinas, tanques o albercas.

Todo el tiempo le gustaba mantenerse firme, con los pies sintiendo la solidez de la tierra, así resumió cada frase con la cual él evitaba las conversaciones sobre viajes a la playa.  Él era de páramo, ella en cambio era de agua, había conocido el mar y la lluvia, la arena, y el río, los lagos y los riachuelos, los canales entre cordilleras hambrientos de líquido, las calles encharcadas, los juegos con agua salpicando desde las azoteas.

Unos mismos caminos los habían juntado, eso les dio confianza para componerse en tonos diferentes, pero en la misma melodía, se casaron, un matrimonio en una ciudad sin playa, sin mar, con olor a lluvia y a ventisca, pero no a agua hecha pradera, surco u oleaje.

Un día, después de miles de veces insistiendo, ella lo urgió para ir al mar.  El accedió con la condición de que no entraría al agua.  Cosas de adultos temerosos, de niños asustados, y el miedo no es necesario buscarlo, así decía ella en esos días, y lo aceptó, fueron al hotel, estuvieron en la ciudad de las murallas, las caminaron, tomaron del licor de los puertos, pero él aunque ella le insistió no lo hizo, no entró al agua.

Una de sus ideas, quizá la única idea sin sensatez alguna era que los hombres deben volver al protozoo primogénito, allí es donde debe llevarnos la muerte.

Tuvieron hijos y ellos también se reprodujeron.   En el cumpleaños de uno de sus nietos en que fueron a la ciudad amurallada, estuvieron en hoteles, en bares de música, fueron al puerto, se sintieron adolescentes mientras su hijo, con esposa y nietos disfrutaban de la playa.  Caminaron cerca de ellos, la nieta corría entre la arena y el agua, él los observaba a todos

La niña corrió más hacia el agua que hacia la tierra.  Fue tras ella para evitar que la ola la sustrajera más lejos de la arena, corrió más que su hijo y su nuera, ellos detrás también iban por la hija, él en cambio la alcanzó, la levantó en el aire, y cuando ellos lo alcanzaron se las entregó. 

Ahí supieron de sus miedos por el mar, poco a poco iba palideciendo y volviéndose transparente, trataba de caminar hacia la orilla y el agua se lo llevaba, apenas si lograba poner los pies sobre la arena, iba volviéndose líquido como las olas.

Imagen de Free-Photos en Pixabay

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