He sabido de una mujer cuyo amor por mí le despierta toda sabiduría oculta sobre su cuerpo, y ella se la guarda para sí mientras vive plácida y tranquila su vida expuesta, cuando no, y me refiero a sus momentos de sueños secretos, se desentiende de toda apreciación marítima del mar, del frío de los páramos, de la soledad en la arena del desierto, y vive, vive conmigo satisfecha imaginando despierta que mañana estaremos viendo desde la ventana de un hotel hacia un río en el que pronto bajaremos a tener sexo sin otra comprensión que sentir al río nombrarnos con el único nombre que el universo reconoce a los seres humanos, amorosos.
