Acurrucas tus dedos sobre mis ojos, los tapas y me pides caminar hasta la cocina, de algún objeto extraes una fruta, me retas acerca del nombre de la misma, no puedo tocarla, debo hacerlo solo a partir del aroma, primero sin desprender su cáscara, luego sin ella, después la cortas en pequeñas porciones, y pasas por mi nariz cada parte, yo apenas intento, un nombre, otro, otro nombre, el mismo, y empiezas con más preguntas, unas sobre mi sensación en la nariz, otras sobre mi sentimiento al sentir el aroma, así continúas, pones en tu boca una porción, la acercas a mi nariz, y yo te digo, no hay fruta, tú eres todos los aromas.
