En algún lugar de mi memoria tomas café y miras a través de la ventana hacia la calle, observas en silencio sin cambiar gestos en tu rostro, mueves los dedos de tu mano derecha sobre la madera de la mesa. Usas una blusa de color blanco con pequeñas nubes bordadas en hilo azul claro, llevas en tu cuello un adorno, una delgada cadena de oro con un dije que repite la forma de una manzana, unos aretes diminutos como el dije, la forma de un árbol dando paso a todo lo que llega a tus oídos. Ignoras la música del lugar, escuchas el tintineo de tus dedos en la madera, sabes del sin color artificial de tus uñas, las miras un instante antes de volver a recoger las imágenes detrás del vidrio, convocas la forma de un hombre invisible del que no sabes nada y lo presientes todo, no puedes esperarlo, no quieres ser la estación eternamente estática. Un sorbo nuevo del mismo café le da calor a tu boca, cambias la expresión en tu cara, giras tu cabeza hacia un reloj en la pared junto a la puerta, es tiempo de salir, te levantas, tomas un bolso de tela, lo llevas colgado de tu hombro izquierdo, sales, y te alejas de mi recuerdo.
