Llueve en un lugar lejano.
Traigo el sueño en la boca de tu nombre.
La boca llena de sables.
Lugares equivocados en sitios comunes.
En Neptuno caen hojas invisibles hacia el cielo.
La noche muere en una luna que empieza su parpadeo en tu boca.
No hay palabras para mencionarte. Una excusa para no llamarte a mi memoria.
Tu tatuaje es la memoria del cielo.
Alguien se robó la noche. Ahí estabas tú.
Todo silencio conjuga la palabra amar.
Algo se oculta tras tus manos abiertas. Corre río los brazos te esperan.
El lugar correcto siempre está en el otro extremo.
No entiendo el renacimiento de la noche, las voces diurnas habían pagado las deudas.
El silencio es brutalmente liviano.
Las paredes se abren igual que paraguas en verano.
La vecina insiste en que mis sueños le atraviesan el vientre y la cambian.
Ella dice, ¿Viste la luna? Yo respondo, creí que eras tú observándome.
Ella dice, sigo cautiva de aquella libertad infantil con la que huía hacia la madurez prestada.
Ella me dice, hay mucha luz, oscuréceme con tu ebriedad nocturna.
Soy el que otea tu desnudez desde lo profundo de un deseo que canta tu nombre.
Yo le pregunto, ¿Cuál es la pieza biológica a la cual recurro para excusar mis emociones contigo?
Los lugares comunes han aumentado. Tu silencio los obliga a una fiesta sin movimiento. Árboles y sillas, parques y palomas, plazas y columpios, cada uno de ellos e igual que muchos otros atan su cordura a la expresión de la paciencia. No vienes, no hay fiesta.
Una larga composición construida de hormigas reproduce música en la ventana. ¿A quién le cantan?
Antes de que la noche se trague mi boca voy a besar el camino a tu ombligo.
Llueve, el crupier de los cielos ha repartido cartas en gotas, una y otra relatan historias de nubes, ahora aéreas, antes de tierra. Días atrás, el agua aunque besó tu cuerpo no logró humedecer tu forma en la tierra, sin peso, sin tiempo, la sombra observó la nube, aceptó las gotas y siguió ajena a la humedad que cubría la tierra. Llueve, las gotas te buscan y tu no estás para escuchar la música que en la ventana entre ecos abunda.