INSTINT-RTE 4

La tarde no ardió en calor como decía una señora que iba a su lado en el
auto bus, claro que estaba calurosa y el comentario de la compañera de
ruta tenía el sentido apropiado. Se quitó el saco antes de bajarse en
la siguiente estación, caminó, buscó el lugar y le llamó muchísimo la
atención la forma de la entrada que daba paso al interior del edificio.
Hubo un momento mientras observaba la fachada del edifico en el que
supo que este era el verdadero principio, no se le ocurrió pensar en el
sentido de esa idea y antes de que terminara de dar dos paso estaba en
la recepción preguntando en donde estaban haciendo la introducción
general a los principios educativos de la ciudad. Era la primera clase,
todos los estudiantes estaban en el aula, el director de la escuela se
esforzaba por mantener una postura fresca mientras el calor le escupia
«sofocos» entre la ropa.Al final de la exposición de la política institucional y la palabrería
más extraña que ella había imaginado dieron orden de dirigirse a las
aulas. Una muchacha le había indicado previamente el lugar al cual ella
debía dirigirse. Ingresó al salón, buscó un lugar en medio, se sentó y
esperó pacientemente a la llegada del instructor y de los demás
compañeros de clase. El salón se llenó. Un hombre de maneras femeninas
dictaría la clase sobre el poder de la fotografía en la historia del
arte moderno. Viviana debió pasar al frente, debía presentarse ante
todos sus compañeros, ya lo habían hecho otros y después de ella
siguieron más. Veintitrés alumnos iniciaron el trimestre. Terminarían
dieciocho. Dijo varias cosas que no recordaría nunca, habló de tal modo
que ni ella misma se escuchaba. Le preguntaron sobre su estado civil,
respondió que soltera. Alguien con cierto ánimo humorístico le dijo que
soltera y a la orden. No. Tengo novio. Eso lo recordaría siempre,
cuando esas palabras salieron de su boca estaba pensando en mí.

Al pasar a su silla observó los pies de sus compañeros debajo de los
pupitres, instantáneamente le vinieron a su memoria muchas imágenes de
lugares así, en el colegio veía los pies de sus compañeros debajo de los
pupitres, cuando había tenido que ir a oficinas había visto esa misma
repetición, igual en los auto buses, en las peluquerías, en los
restaurantes. Años después, la primera exposición de fotografía en la
que ella era la artista invitada, llevó una serie de fotografías que
reflejaban esa sensación que le producían ver los pies debajo de las
sillas y las mesas. En una de las paredes de la galería, mostraba de
manera secuencial fotos de los mismos pies, desde la rodilla hacia
abajo.

La primera foto se veían los pies junto a la cama, el espacio debajo de
la cama detrás, los pies desnudos, luego en otra foto, esos mismos pies
desnudos teniendo como fondo el baño, siguiendo con esos mismos pies
desnudos pero las piernas ocultas por el pantalón, así, cada foto
revivía un momento del día. Pies debajo del comedor, apretando el
acelerador del auto, junto a una silla de auto bus, debajo de un
escritorio, debajo de una mesa en un restaurante, y otra vez al final
del día, junto al baño, y en la cama. En las otras paredes otras
secuencias eran formadas por un pie acompañado de una muleta, una silla
sin nada, pies junto a una silla de ruedas, cuatro paredes con fotos que
habían sido elogiadas por otros fotógrafos.

Al volver al apartamento utilizó el timbre, yo estaba hablando por
teléfono con una amiga, fui hasta la puerta, le abrí, me miró con una
sonrisa extensa, mi amiga al otro lado de la línea preguntó algo a lo
que contesté que sí, pero reaccioné unos segundos después y le dije que
me repitiera la pregunta. Viviana fue a su cuarto, yo colgué la
llamada, ella salió del cuarto y fuimos a la cocina a preparar café.
Mientras el café se preparaba iba contándome acerca de la escuela, de
sus compañeros, de la ruta, de una y otra cosa. Tomamos el café en el
cuarto de estudio, esta vez me pidió autorización para tomarlos y
leerlos, por supuesto que podía tomarlos cuando quisiera, extrañó que en
mi biblioteca no hubiese libros de Dostoievski, no encontré maneras de
explicar el motivo por el cual temía a los libros del escritor ruso como
si fueran armas mortales para el alma.

Ustedes los hombres son unos tontos, cuando pierden el equilibrio en el
amor se apegan a la cursilería o se entregan a los vicios. La miré
extrañado, no lograba asociar el comentario al momento ni a la
conversación que estábamos teniendo. Es cierto, mira, esta noche, un
muchacho al que apenas conocí en la escuela, le estaba narrando las
peripecias de su día a otros muchachos, todas en pro de volver con su
novia. Yo las escuché porque era inevitable escucharlos estando tan
cerca de ellos en la cafetería. Me declaro culpable de lo mismo, soy un
tonto en ese y en otros estados. Me contó la historia y nos reímos,
luego el silencio nos cegó, estábamos enlazando miradas sin emitir una
palabra cuando el teléfono irrumpió con un ring que pareció tan extenso
como una noche fría. Rebeca llamó, habló muy poco conmigo, le pasé a
Viviana, ella se fue a su cuarto, hablaron bastante tiempo, cuando
volvió al cuarto de estudio yo estaba conectado a internet leyendo las
columnas de opinión que los periódicos imprimirían en el diario del
siguiente día.

– Dice Rebeca que vio a tu ex esposa entrando en un consultorio de esos
donde practican brujería.
– Dile que seguro ha cambiado de trabajo y estaba haciendo el turno del
día.

Mi ex esposa y yo tuvimos un matrimonio placentero los primeros tres
años y desastroso en el quinto, el cuarto fue una transición. Los
primeros meses parecíamos novios buscándose en todo momento, luego, al
final del primer año apenas si encontrábamos motivos para hablar, no
sabíamos qué hacer para plantar en el tiempo que estábamos juntos. Yo
empecé a trabajar más horas en la oficina, me asignaron un proyecto que
cada vez parecía que nunca iba a terminarse, entonces debía estar mucho
tiempo en la oficina, llegaba temprano a la oficina y salía muy tarde,
así, cuando teníamos tiempo de vernos con mi esposa podíamos hablar
rápidamente, jugarnos en el azar un rato de sexo, organizar los temas
económicos propios de un matrimonio, y nada más. Éramos perfectos, sin
discusiones, sin espacio para la duda, nos veíamos muy poco, nos
encogíamos en la cama para dormir o para tener sexo que luego de la
fatiga nos volvía a entregar al sueño. Cero discusiones, poco tiempo
juntos. Ninguno fue infiel.

Al terminar el proyecto, ya no se hacía necesario pasar tanto tiempo en
la oficina, podía llegar un poco tarde en la mañana y nadie se
preocupaba si salía temprano. A diario pensaba que los días pesados
volverían, por ahora había que gozar la tranquilidad al poder adelantar
las actividades sin prisa. Esta nueva circunstancia me obligó a llegar a
la casa temprano, empecé a ver más tiempo a mi esposa en ese entonces,
esos días descubrí que diferente a los ratos de sexo que tenía con ella,
ratos de sexo que cada vez se parecían más a una masturbación mutua, no
había algo que nos uniera. Me sorprendía buscando en la oficina
ocupaciones que no me pertenecían para quedarme tiempo en ella sin tener
que volver a casa, aún así, debía volver a la realidad. Ella estaba
ahí, se depilaba las piernas en el baño y me pedía que le llevara la
crema, yo no soportaba la idea de verla, otras veces me pedía que le
hiciera masajes y entonces me aparecían molestias en las manos y con esa
excusa no realizaba el masaje, pero entonces ella se ofrecía a
consentir mis manos y brazos.

No podría decir que ella me amaba, eso sí, se dedicaba a mí y me pedía
esa misma dedicación para ella. Yo sufría, estaba encarcelado en una
relación a la que no pertenecía. Unos días me proponía ser especial,
sin embargo, al hacer eso yo caía en una desesperación que me hacía
sentir un hombre triste. No se si ella notaba que yo no la amaba,
supongo que sí, pero ella seguía. Estuvimos así hasta que en el quinto
año, sin que los proyectos en la oficina me obligaran a quedarme hasta
tarde y llegar muy temprano todo se reventó y estalló del modo en que
los matrimonios terminan.

Viviana no hizo preguntas, entonces se acordó de su jefe y se rio, él
era como yo, salía temprano para la oficina y llegaba muy tarde, claro
que él si le era infiel a su esposa. Me contó que unos días en que la
esposa estuvo enferma y debía utilizar silla de ruedas, contrató a una
enfermera para que la asistiera, salían a caminar los tres, la enfermera
impulsaba la silla y él iba hablando a la esposa, pero de vez en
cuando, caminaba despacio, permitía que la enfermera lo adelantara y
empezaba a tocarle las nalgas mientras la esposa iba adelante, sentada
en una silla de ruedas empujada por la amante de su marido.

Antes de irse a dormir, tocó en la puerta de mi cuarto, me preguntó, se
notaba ofendida, por qué le decía yo bruja a mi ex esposa si en lo que
me escuchó había sido una mujer buena. Mi ex esposa trabajaba, y aún lo
hace, leyendo el tarot, vendiendo brebajes, haciendo cartas astrales, y
otras cosas que todos en el mundo conocemos como brujería. Es por eso
que tienes una planta de sábila encima de la puerta ? Mi mamá la trajo y
la colocó ahí.

Oscar Vargas Duarte

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