Hay quienes llegan a tu vida para que tengas el valor de ser tú.

Te invitan a la danza, traen al cuerpo la fragancia producida en el aire por el movimiento de los seres inmortales, y proponen el baile del agua, la danza de las olas, el empuje de la brisa y la lluvia, con ellos uno quiere que el cuerpo no esté estropeado para bailar la primera y la otra canción que suena.

Hay unos con un pozo en los ojos en el cual caben todas las cosas, incitan a la contemplación interna para conectarse con el todo, con ellos la meditación ocurre al escucharlos, al sentir su cuerpo acercándose, están contemplándonos desde un lugar en donde hay un espacio para ser conscientes de la nada.

Hay quienes te incitan a la inteligencia, hablan con certidumbre de las dudas y ante ellos nuestros pensamientos se despliegan para expandirse ofreciendo otras maneras de imaginar el universo. El arte de lo bello y de la estética, de saber que la belleza está anidada en la vida, y la estética es solo otra de las formas del alma; sí, llegan a nuestra vida para eso, para despertarnos al arte, para ofrecernos maneras ciertas de adentrarse en la belleza.

Los hay con las manos abiertas a la fuga, con los brazos dispuestos al encuentro, ofrecen la palabra y el oído, escuchar y esclarecer sin imponerse, desatan nuestro pensamiento con su voz enaltecida por el aliento de la sincera enseñanza.

Imagen de John Hain en Pixabay