Al amparo de la matemática

Estás en mis ecuaciones como una relación de elementos simples y cuadráticos, juegas a factorizar emociones para ser clara y concisa con los sentimientos, y elevas las variables a potencias que empiezan en el primer número par hasta no parar. Aunque no me fraccionas, usas los fraccionarios para poner cada cosa en su lugar sin dar oportunidad de que se pierdan fracciones al rozarnos.

Derivas las emociones para adelgazar las circunstancias, usas el límite para contener la pérdida y extender a la máxima potencia el gozo en conjuntos donde tú y yo somos los únicos elementos. Pones el acento para hacer notar que somos productos notables, factorizas para eliminar lo superfluo de los productos imaginarios hasta que la imaginación sea realidad. Restas para que amar no sea acumular, sumas porque decimal tras decimal se alcanza un entero.

Divides para convertirlo todo en detalles, porque en los detalles se encuentran los mejores motivos. Multiplicas para dejar claro que eso somos el uno para el otro, multiplicadores de lo que somos. Somos semejantes, y aun así mantenemos la congruencia con cada uno de nosotros. Nos juntamos en intervalos abiertos sabiendo que mantenemos cerrados lo fundamental para estar juntos.

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

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