Nos prometimos la vejez, no el amor. Quisimos darnos la caridad y compasión que en la estatura alta de la vida nos hace falta a todos. Aquí estamos, ella con tantos años vividos en la profanación de las costumbres y yo acostumbrado a indagar más que a vivirlos. Ella me preguntó si yo había amado lo suficiente, y solo se me ocurrió responder que no más de lo que me permitió el tiempo. Cuando le pregunté lo mismo, dijo que nunca amó de la misma manera y tampoco el tiempo necesario, aún así venía a esta edad alta de la vida y temprana ante la muerte para sentir que la lealtad de las promesas era quizá el amor al que deberíamos apostarlo todo.

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