Con el tiempo he dejado a un lado la conversación que habla de lo íntimo, del dolor interno y de las búsquedas perdidas, del amor olvidado que se niega incluso a la última esperanza. He pasado a hablar de lo prudente, de la compostura social y de lo que puede caber en palabras cordiales. He perdido el hábito de la queja completa, de la resignación que se comenta con ardor poético o con furia. La fuga indiscriminada de quejas, la que antes iba en primera persona recorriendo la boca tras cada palabra se ha ido.
