El trueno le rompió la boca, no fue suficiente la luz del relámpago para captar el hormigueo de la sangre entre los labios. Una nación nocturna nació de su silencio, atravesó la piel y cercenó las dudas apostillando los temores como una certeza. Entablilló la lengua con el destilado del papel de los periódicos, extendió sobre su mano el relámpago, apretó con furia y sintió el grito alicorado del trueno entre sus dedos. Orquestó una nota de principios básicos, los midió en la noche, de longitud exacta y formas precisas para ocultar sus temores. No desafió los ritos, siguió con precisión quirúrgica las indicaciones para delinear exacta a la nación nocturna, aceptó todas las rutinas con el silencio de los cómplices, con el silencio de los engañados.
