No he sido capaz de recordar cada momento de mi vida, eso mismo creo les sucede a todos. Aquello a lo que llamo memoria son apenas unos recuerdos a los que accedo cada cierto tiempo sin que pueda con certeza darles imágenes, sonidos, aromas, formas, y mucho menos emociones, es decir, un poco solo tengo una idea y juego a mantenerla. Me he acostumbrado a la palabra soledad, a una idea de ella, a sostener una prudente distancia con los otros, a estar centrado en mí mismo, a no ir hasta los otros solo en lo necesario. Una definición de la palabra “soledad”, hurgando fácilmente en los diccionarios de Internet es: ‘La carencia de compañía. Dicha carencia puede ser voluntaria o involuntaria’. Quizá nunca he estado solo, es más cercano a la realidad que siempre alrededor mío han estado personas que mantienen una cercanía, quizá no tan íntima como la de una relación, no tan familiar como la de los amigos, quizá no del todo cerca, pero siempre alguien ha estado ahí, pronto para la charla, y pronto para la compañía. Las definiciones de las palabras cruzan el mismo destino que las memorias, ocupo una palabra para definir algo que no puedo concretar, me hago una idea de las memorias que no puedo recuperar, puede ser que para mí memorias y definiciones sean igual de imprecisas.
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