He cedido a tus armas, caigo ante la luz que en tu rostro se indica con los párpados abiertos, y luego, nada, no hay otra opción que caer vencido ante tu pleno abecedario de sonrisas.
Yo digo, voy a sacrificar una fresa y dos porciones de helado; la fresa, en el lugar donde la textura de tu vientre abre el ombligo, y las porciones de helado en donde pueda morder y roer, lamer y poner las manos abiertas.
