Ahora el televisor no me habla, no me narra sus historias ni desplaza su oscuridad para brindarme sus luces de colores. La película que compré en el camino peatonal que lleva al centro comercial terminó y sin otro DVD para ver me he sentado a ver desde el sofá hacia la ventana. Hubo amenaza de lluvia y no se ha cumplido, aunque ciertamente llegará la lluvia porque la tarde es gris y el aire húmedo, y si no llueve dejaré de tener excusas para salir a la calle.
Las flores empezaron a marchitarse desde el jueves, el viernes algunos pétalos cayeron al piso, el sábado se notaba demasiado. La pared reconoce su papel y limita mi mirada hacia los otros apartamentos, llego a pensar que las paredes tienen un oído a cada uno de sus lados, escuchan de las dos partes que dividen y dentro, en el centro de la pared hay un lugar en donde se guardan todas las palabras que quisieron pasar de un lado al otro.
El frío es la bandera con la que el día defiende su batalla, una batalla contra nadie, pero es así, algunos levantan banderas para defender o promover guerras o para poder soltar todo el odio que llevan dentro. Hoy el frío es la bandera utilizada en contra de quienes la pereza les puede y se dejan vencer pidiendo su almuerzo a domicilio. Los pies recogieron suficiente frío mientras estaba descalzo, ahora tengo los zapatos puestos y no se calientan aún.
Saldré a la calle a ver como la lluvia espanta a quienes van sin paragua corriendo por los andenes, veré a los autos levantar el agua que es atrapada en las calles.